A las madres del rugby
Cuando tu pequeño, cuidado, por abuelas, tías, maestras y pediatras te dijo: ¡Quiero jugar Rugby!, se te partió el corazón.
La primera imagen que se te vino a la mente fue la de un yeso, en alguna parte de su adorado cuerpito, esto si tenés la suerte de que tú esposo no haya jugado Rugby. En ese caso la imagen es casi infernal, y el yeso.... ¡ojala fuera solo un yeso!.
Fue pasando el tiempo, los partidos, las lluvias, los fríos, los raspones; los emprendimientos para juntar fondos y la incertidumbre de las giras, ahora tu pequeño, experimentado en caer al suelo sin romperse el alma y sacarle plata hasta a las piedras, es un cachorro de guerrero, con más amigos que antes, con un cuarto con fotos de Los Pumas y banderines de ignotos clubes, con nombres casi impronunciables.
Pasado este tiempo iniciativo, te pusiste a pensar que no fue mala idea esta de que juegue Rugby. Tiene más amigos, es un poco más responsable, es puntual –al menos con los horarios de entrenamientos y partidos- y si has sabido “amenazarlo ” su rendimiento escolar ha mejorado.
Con estas líneas queremos agradecerte que seas MADRE DE JUGADORES DE RUGBY, y que nos tengas paciencia, a tus hijos y al Rugby.
Nuestra tarea de enseñar a jugar rugby la llevamos adelante porque nos divertimos, y como hace tanto tiempo que estamos involucrados en esto -antes como jugadores ahora como entrenadores- forma parte de nuestras vidas. Y lo que queremos es que tu pequeño viva lo que vivimos nosotros, que va a ser lo que esta viviendo, multiplicado por vaya a saber que cifra.
Pero el calvario no termina acá, porque tu hijo se pondrá de novio y ya serán dos las mujeres que compartirán la pena, y lo que será peor aun: se casará y procreará jugadores de Rugby, pero ese es otro cuento....